martes, 17 de octubre de 2017

Civilización inversa

19/6/2030
    Continuando con mi expedición, hoy visite una sociedad muy diferente a la mayoría. Contradiciendo a la nuestra, las mujeres son el centro del matrimonio y obtienen los puestos laborales mas importantes y difíciles.
    Realicé una encuesta por las casas de esa hermosa ciudad. En estas, solo se encontraban hombres y niños. La mayoría de esos hombres eran amos de casa, era extraño encontrar a un maestro o a un empresario. Por otro lado, si los niños estaban en una edad adolescente, contaban que en el colegio se les enseñaban cosas como el cuidado del hogar y limpieza.
    En fin, luego de todo lo que aprendí hoy, me di cuenta de que ninguna sociedad es justa, lo que se necesita, es un punto medio.   

lunes, 11 de septiembre de 2017

Cartas del más allá

  Es un día completamente gris y lluvioso. Lo extraño demasiado. Pasaron solamente unos meses desde su muerte pero para mí, una eternidad. Desde que se fue me siento sola, sin nadie a quién contarle mi día y conversar de temas al azar. Y no sé con quién pasar las horas; y los minutos son cada vez más eternos. Últimamente, me quedo sentada pensando en nada, esperando a que él vuelva.
  Alguien toca la puerta e interrumpe mis pensamientos. No sé quién puede ser. No estoy esperando a nadie. Mientras camino hacia la entrada, un pensamiento cuza mi mente, ¿Sera él? No, imposible.
  Cuando abro, veo un sobre blanco tirado en el suelo. Tiene mi nombre solamente: sin estampilla, sin dirección, nada. No sé si abrirlo. Ahora, miles de pensamientos recorren mi mente y decido que lo mejor es ver lo que hay dentro.
  Es solo una simple carta doblada a la perfección:
 
     Hola, Agus:
           Soy yo, Ian. Ya sé lo que estás pensando y sí, estoy vivo. No le podés decir a nadie, tiene que quedar entre nosotros. De nuevo, ya sé lo que estás pensando, per no nos podemos encontrar, vamos a tener que esperar unos días. Perdoname, te extraño mucho. Ya nos vamos a ver.
                                                                                                  Saludos,
                                                                                                            Ian.      

  Un escalofrío recorre mi cuerpo de pies a cabeza, es imposible: él ha muerto.
  Dudo, pero llego a la conclusión de que debo responder a la misteriosa carta.

     Hola,
          No puede ser. Mi novio murió hace unos meses. Por favor, si esto es un chiste, no es gracioso. No me haga sufrir. Me duele mucho su pérdida.
                                                                                                  Atte, Agustina.
                                                                         
  Hace cinco días que no recibo respuesta. No sé qué pensar. Por un lado, tengo miedo y por el otro, estoy feliz de que haya dejado de molestar. Me voy a volver loca si sigo pensando en esto, Quizás se arrepintieron por lo mal que estuvieron, pero no sé, cada vez estoy más confundida.
  Nuevamente el sonido de alguien que toca la puerta desesperadamente me saca de mis pensamientos. Automáticamente mi corazón deja de latir y me quedo totalmente paralizada.
  Minutos después, vuelvo a tener el control de mi cuerpo. Me acerco con paso rápido a la puerta.
  Efectivamente, es otra carta.

     Hola, amor mío.
          Ya sé que parece mentira y que te cuesta creerlo, pero soy yo. Necesito tu ayuda. Es verdad que no estoy del todo vivo pero sé cómo estarlo. Tengo un plan y vos sos fundamental en él. Si te vuelvo a ver, me voy a volver a sentir vivo.
                                                                                                Por favor, ayudame, Agus.

                                                                                                               Ian.

  Siento cómo la sangre se me congela a medida que leo. Mi rostro empalidece al ver el final de la escalofriante carta. Tengo que responder, no tengo opción.

     Hola, desconocido.
          Disculpame, pero creo que te estás equivocando de persona. No puedo ni quiero ayudarte. En serio, me cansé de que juegues con la muerte. Mucho cuidado con molestarme, la piedra que hoy lanzas hacia mí, puede ser con la que tropieces mañana...
                                                                                               No me vuelvas a escribir.
                                                                                                     Agustina.

  Después de enviarla me sentí mejor. En ella expresé lo que sentía, pero aún tengo miedo. No sé quién es, ni con qué motivo me manda esas cartas horrendas. Me voy a calmar, respiro hondo y exhalo lentamente. Repito la acción tres veces más como si pudiera salir de esta horrible pesadilla. Funciona. Extrañamente me siento mejor. Voy a dejar que siga solo este juego, no se lo voy a seguir más.

Meses después...

  Me siento bien, ya no pienso en las tontas y aterradoras cartas que me llegaban. Recién hoy estoy superando la muerte de Ian. Estoy feliz. Hace una semana comencé a juntarme con mis amigas de nuevo y se siente muy bien.
  Estoy a punto de salir, cuando alguien toca la puerta. Sí, como en aquellos oscuros días. Como solía pasarme, me quedo paralizada y con el corazón en la garganta. Toco el picaporte para abrir la puerta, pero no puedo. Estoy aterrada. Vuelvo a intentarlo hasta que lo logro.
  No quiero mirar, no quiero saber... ¿Por qué? No lo sé. Me encuentro con lo último que quería. La tercera carta.

     Mi amada Agus.
           Sé que no me creés, pero es la pura verdad. Actualmente estoy en Japón, ¡SÍ, JAPÓN! Aunque no me creas, te necesito, sé como volver y estar con vos. Por favor vení... Te compré el pasaje (está adjunto a esta carta). 
           Nos vemos en seis días en Tokio, a las 21:30hs.
                                                                                               Te espero.
                                                                                                    Ian.

  Al terminar de leer la carta quedo impactada, en estado de shock. Apenas leo la última palabra, agarro todas mis cosas y me dirijo al aeropuerto. Sé que no es él pero tengo que averiguar qué está pasando. Tengo que terminar con esta broma de una vez.
   Llego al aeropuerto con mil cosas en mi cabeza. ¿Qué voy a hacer cuando llegue? ¿Dónde me voy a hospedar? No conozco a nadie allá, Ni siquiera sé hablar el idioma. Escucho la voz de una azafata que dice que es hora de abordar y, gracias a mi distracción, casi olvido mis cosas. Son tantos mis sentimientos que casi los vomito. Una azafata me indica dónde sentarme; esa misma chica es la que me despierta cuando el avion aterriza.
  Llego y me doy cuenta de que estoy saliendo exactamente dos horas antes del encuentro. Me siento asustada, no sé cómo va a terminar el día, ni siquiera sé si voy a llegar viva de vuelta a casa. Decido ir caminando, ya que no traigo efectivo ni nada para pagar un taxi. El sol ya casi desaparece y deja un atardecer naranja a su paso.
  Una hora más tarde sigo caminando, mis pies comienzan a doler. Estoy alejada de la ciudad. La noche hace su aparición y sigo caminando sin rumbo, estoy perdida y hace horas que no veo a una persona cerca.
  Han pasado horas, creo. Estoy en un camino solitario sin fin, en el medio del oscuro bosque. Hay una persona a lo lejos. Se ve extremadamente pálido, con el cabello despeinado y con muy mala postura. Todo en él parece gastado. Su presencia es como la de un fantasma. Me acerco para preguntarle dónde me encuentro, ya que a lo lejos pude notar que no es oriental. Le hablo, pero en el momento que él abre su boca para contestarme, siento salir una brisa helada que se transorma en un escalofrío que recorre mi espalda.
  "Hola Agus", escucho.
No entiendo qué pasa, se ve igual a Ian pero no puede ser él. Empiezo a temblar, me falta el aire.
-Tengo un problema, uno serio- continúa él-. "Solo vos podés ayudarme. Necesito tu cuerpo para poder vivir." De repente, todo es oscuro y dejo de sentir.

domingo, 23 de abril de 2017

Cartas de un sueño

 Querido Príncipe:
                             He tomado una decisión, no me puedo casar con usted. Hace unos días encontré unos diarios escritos por mi de cuando tenía doce años y al leerlos me dí cuenta de que esta no es la vida que yo quiero y que tengo que cumplir mi sueño, el cual dejé atrás tan solo por vivir en un  castillo. es cierto, no la voy a pasar mal; pero no quiero ser la princesa que simplemente se queda a su lado sin hacer nada. Necesito hacer algo con mi vida, necesito  estudiar, viajar por el mundo y eso con una pareja no lo puedo hacer.
                                                                                   Espero que me entiendas,
                                                                                                                          Cenicienta.

Cenicienta:
                  No puedo creer que me esté haciendo esto, pensé que íbamos a vivir una vida longeva y feliz juntos; pero al aparecer, no. Pensé que me amaba. Al menos me lo hubiera dicho en persona, no la entiendo. Viajar por el mundo, ¿Para que lo necesita? Aquí podemos ser felices, juntos. Espero que recapacite con esta carta.
           
                                                                                                                      Príncipe Azul.

Príncipe:
               Yo soy la que no lo entiende. No puedo seguir con una persona así, no me puede obligar a hacer algo que no quiero. No me lo imaginaba como alguien que piensa que las mujeres simplemente se tienen que quedar con sus maridos y no cumplir sus sueños. Y sí, viajar por el mundo. Quiero recorrer Europa, visitar Asia, conocer América, ir a África y poder caminar por las calles de Oceanía. Entiendo que esté dolido, pero si me quedo con usted, voy a tener la vida que nunca quise. Le ofrezco mis sinceras disculpas, nunca me voy a olvidar de usted, de lo que tuvimos

                                                                                                                        Con amor,
                                                                                                                                         Cenicienta.

 Cenicienta y el Príncipe no se vieron por cinco años, hasta que un día se volvieron a encontrar y se pusieron al día. Aunque, de todas maneras, nunca vivieron su felices para siempre juntos.